Hace algunos días llegó a los cines la película llamada «Los domingos». Un film español, dirigido por, Alauda Ruiz de Azúa, que ha tenido buena crítica. Y es que esta obra, que tiene una temática religiosa, ha sido bien acogida por todos, los creyentes y los que no lo son. Y pienso, que del mismo modo que hay que denunciar cuando el cine español hace pelis malas, sesgadas y llenas de tópicos contra la Iglesia, cuando, ni más ni menos, Movistar coproduce una buena película que va más allá de los prejuicios y está hecha con cariño y delicadeza, solo queda levantarse del asiento y aplaudir.
Los domingos trata de una familia vasca, normal y corriente. El tipo de familia en el que tanto los padres como los hijos han estudiado en colegios católicos, y la mayoría de ellos están bautizados e incluso han hecho la primera comunión. Pero, sin embargo, la Fe no ha penetrado en sus vidas y esta no deja de ser un ornamento más de la cultura que, a efectos prácticos, no tiene ningún tipo de impacto en sus vidas.
El caso es que, en medio de esta familia, que podría considerarse prototípica española, vemos como sí hay una semilla que parece germinar. Y este grano aún por florecer se llama Ainara. Ella es una de tantas chicas que estudia en un colegio de monjas. Una de tantas que podría haber acabado el colegio teniendo una visión de la religión meramente cultural, lo que hoy llamamos religiosad natural. Pero no. Parece que Dios se empeña con Ainara, quien no ha tenido una vida fácil en casa.
Pero es en una conversación con su tía Maite donde nos damos cuenta de que Ainara, a través del sacerdote del colegio y las monjas, ha conocido a Jesucristo. Maite, una creyente del ateísmo, le hace preguntarse si realmente lo que siente no es una confusión. Pero ella responde como alguien que realmente ha tenido un encuentro personal con Dios. Dice que es muy difícil explicarlo, pero a la vez es muy real. Lo compara como el del novio con la novia. Algo que brota de lo más profundo del corazón y que hace que la joven Ainara se le ilumine el rostro cuando habla de ello.
Y es que lo que más me sorprendió de esta película es la fidelidad con la que está descrita la vocación. Algo que no nace de uno. No nace de la voluntad de la persona, sino que es un llamado que viene de más arriba. Y que una vez se acoge, es lo que realmente hace feliz a uno. No es una imposición o una losa, sino algo que realiza a la persona.
En el caso de la película se habla de la vocación a la vida religiosa, pero lo mismo aplica al presbiterado o al matrimonio. Sea cual sea eso a lo que uno está llamado, cuando uno responde a esa llamada cumple con su misión y es donde uno encuentra su verdadera plenitud. Ainara, al descubrir su vocación, siente miedo al principio, una mezcla de desconcierto y duda ante lo que está viviendo, pero pronto ese temor se transforma en una profunda alegría interior.
Y eso es precisamente porque recomiendo ir a ver esta película. En ella se ve la alegría de una chica que, en primer lugar, se ha encontrado con el Amor, pese a su vida difícil, y después encuentra el modo en el que ella va a ser más feliz viviendo. Y en contraposición a su tía, que aún no se ha encontrado con el Amor en mayúsculas, y desde la razón no entiende ni acepta la decisión de Ainara.