La Barcelona de los pobres

Y fue ahí donde la Iglesia respondió con lo más esencial: el anuncio del kerigma. Cristo ha resucitado, el sufrimiento tiene sentido en Él, y nadie está solo. Esa fue la luz que, en medio de la oscuridad, dio sentido, levantó templos y devolvió dignidad a muchos.
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Joan García Almeda

Después de la Misa de Entronización de León XIV, podemos afirmar que el capítulo de transición entre el Papa Francisco y el nuevo pontífice ha concluido. Muchos se aventuran a predecir cómo va a transcurrir este papado, pero ciertamente es una ardua tarea, ya que solo Dios conoce lo que está por suceder.

Ahora bien, si adivinar el futuro nos es humanamente imposible, lo que sí podemos hacer es apreciar la belleza de la historia y la presencia divina que en ella se halla.

Como ya ha afirmado el Papa, eligió el nombre de León, inspirado por León XIII. Por ello, muchos han comenzado a escribir sobre la obra de ese estimado Papa. Pero, ¿alguien ha hablado sobre el impacto profundo que tuvo? ¿Qué cambió realmente para la sociedad? Y ¿Cómo ese legado sigue vivo hoy en día?

En 1891, el papa León XIII publicó una memorable encíclica llamada Rerum novarum. Este escrito vino a arrojar luz sobre una sociedad muy convulsa. Una sociedad dividida entre capitalistas que explotaban (no todos) y una clase obrera que trataba de revertir la situación bajo las ideas del socialismo y la confrontación (no todos).

Ante la explotación capitalista y la confrontación marxista, la Iglesia, como siempre, quiso dar una respuesta adecuada a los tiempos que vivía. En este contexto, León XIII propuso una vía alternativa. Mientras defendía el derecho a la propiedad privada, también defendió los derechos de los trabajadores: descanso físico y espiritual, salario justo y dignidad laboral.

Quizá algunos, a estas alturas, se estén preguntando qué tiene que ver todo esto con la Sagrada Familia de Barcelona. La respuesta es: mucho. Durante esos años, la ciudad condal vivió momentos de gran convulsión. Mientras la ciudad se enriquecía gracias al comercio y la industria, la pobreza también aumentaba, provocando conflictos sociales.

Fue en medio de tanta agitación y malestar social cuando la Rerum novarum supuso una bocanada de aire fresco y esperanza. De hecho, 20.000 obreros peregrinaron a Roma para agradecer al papa León XIII la defensa que hizo de los trabajadores.

A la izquierda clases pudientes, en el centro la Sagrada Familia y a la derecha clases trabajadoras

Y es que la Rerum novarum no se quedó en papel mojado. En Barcelona, hubo una efervescencia de iniciativas de obra social como en ningún otro lugar de Europa: colegios, hospitales, orfanatos… Durante ese tiempo, la ciudad no dejó de ser convulsa, pero en medio de tanto caos, Cristo a través de la Iglesia hizo de Buen Samaritano: curando heridas, defendiendo a los vulnerables y humanizando la sociedad con estructuras y leyes justas, que muchas han llegado hasta nuestros tiempos.

La Sagrada Familia fue bautizada como la Catedral de los pobres. Un templo construido con limosnas, con escuela para los hijos de obreros, iconografía accesible y pobres como modelos para las figuras.

Pero la Sagrada Familia fue solo la punta del iceberg. El Hospital de Sant Pau, las Escuelas Pías, la Casa de la Caritat… todas estas obras estaban destinadas a la acción social.

Por otro lado, la herencia de Gaudí no se limitó a los pobres. También trabajó para las clases acomodadas: el Parc Güell, la Casa Batlló, La Pedrera, Casa Calvet… todas ellas, monumentos insignes del modernismo catalán.

Y quizá esto sea lo que hace a Barcelona tan especial: una ciudad donde los ricos colaboraron con los pobres, y los trabajadores ofrecieron su esfuerzo y esperanza para transformarla. Pero más allá de la unión social, lo que realmente sanó a la ciudad fue el redescubrimiento de la fe.

Porque el verdadero dolor no venía solo de la miseria material, sino del abandono de Dios. Y fue ahí donde la Iglesia respondió con lo más esencial: el anuncio del Kerigma. Cristo ha resucitado, el sufrimiento tiene sentido en Él, y nadie está solo. Esa fue la luz que, en medio de la oscuridad, dio sentido, levantó templos y devolvió dignidad a muchos.

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